Ciudadano de la galaxia (1957) fue la penúltima de las 12 “novelas juveniles” que escribió el maestro Heinlein. Originalmente apareció publicada en Astounding entre los meses de septiembre y octubre de 1956. En castellano fue publicada por Edhasa para su colección Nebulae en 1958 y en 1964, la última reedición fue obra de Ediciones B en 1989. Como en el resto de obras dedicadas al público joven, Heinlein vuelca entre sus páginas su peculiar manera de entender la sociedad y al individuo dentro de ella. Utiliza la ciencia ficción, no para las especulaciones científicas, sino para divagar sobre las posibilidades sociales que ofrecerían otras civilizaciones o culturas y la importancia que en éstas tendría la libertad personal y el individualismo.
La presente obra me parece la mejor de todas las novelas para jóvenes que escribió. Con el bagaje que suponía la experiencia de la decena larga de novelas de temática similar que habían surgido de su pluma en el último decenio, y con la intención de dejar a su editor para empezar una nueva etapa en su carrera de escritor, Ciudadano de la galaxia tiene una trama mucho más elaborada que otras destinadas al público adolescente. La historia en su comienzo está ambientada en un mundo con claros paralelismos coloniales que nos recuerdan a la India colonial británica, teniendo su principal influencia literaria en Kim, la conocida obra de R. Kipling y el fascinante mundo de espías que creó para el “gran juego” de la alta política internacional, en este caso interplanetaria, un juego de espías a escala interplanetaria que recogería el propio Heinlein en Hija de Marte (Podkayne of Mars, 1963) una de sus creaciones más. En este contexto colonial, Heinlein vuelve al manido tema del viaje iniciático del niño que, a fuerza de sacrificios afectivos y pasajes moralistas y didácticos llega a la madurez: el autor introduce a su personaje principal, Thorby, en un curso intensivo sobre las libertades del individuo, la agresividad y la competitividad en la sociedad actual y de cómo se debe adaptar a ese juego de intereses personales para poder ir escalando socialmente hasta conseguir una posición de privilegio, que por nacimiento le hubieran correspondido.
La acción se inicia en un mercado donde Thorby, un niño que no recuerda nada de su pasado y que tan sólo sabe su nombre, es vendido como esclavo. La sociedad del planeta en el que se encuentra el protagonista, al que no sabe cómo ha llegado, es un planeta con una sociedad parecida a la hindú en cuanto a la estética descrita y a la estructura social divida en castas, que al mismo tiempo que marginan al individuo dignifica a los favorecidos. Thorby es comprado por un mendigo para que le ayude en su tarea de pedigüeño; pero el mendigo resulta ser un avezado espía que introducirá al joven en un peligroso juego de intereses políticos y comerciales a escala interplanetaria. Las aventuras y la intriga se irán sucediendo sin descanso, llevando a Thorby a viajar por toda la galaxia hasta llegar a la Tierra junto a un grupo de mercaderes del espacio. Será en la Tierra cuando descubra quién es en realidad y porqué fue abandonado a su suerte en un lejano planeta. El argumento nos recuerda mucho a la de un buen número de novelas actuales, la mayoría de fantasía épica, en la que un joven que no sabe quién es, y que está predestinado a acometer grandes empresas, es educado en las artes del crimen por personajes al margen de la ley; por ejemplo, un argumento muy similar lo encontramos en Las mentiras de Locke Lamora (2006) de Scott Lynch.
La novela resulta muy entretenida, recomendable sobre todo para aquellos que busquen pasar un buen rato sin más pretensiones que divertirse con las aventuras que acontecen al joven Thorby en la búsqueda de su pasado, aunque tratándose de Heinlein es imposible escapar a la carga política y militarista que subyace en sus escritos, en este caso sorprende como el autor trata la naturalidad con la que los ciudadanos de la Tierra aceptan esclavitud de los menos favorecidos, en un claro paralelismo con la aceptación que se hace en los países centrales de la falta de libertades y pobreza en el Tercer Mundo. Y es que Heinlein acostumbra de tanto en tanto a dejar alguna perla totalitaria como la anteriormente mencionada, o como la apología del castigo físico en los niños, necesario para que se eduquen con una mayor eficiencia, tal y como sufrió en sus carnes la joven Podkayne en Hija de Marte (Podkayne of Mars1963). Ciudadano de la galaxia es un buen space opera, representativo de la mejor ciencia ficción de la Edad de Oro. Una novela que merecería una reedición para que los nuevos aficionados al género pudieran conocer y comparar con las publicaciones actuales que plantean temas parecidos en el género de la ciencia ficción, muy deficientes en la mayoría de ocasiones.
La presente obra me parece la mejor de todas las novelas para jóvenes que escribió. Con el bagaje que suponía la experiencia de la decena larga de novelas de temática similar que habían surgido de su pluma en el último decenio, y con la intención de dejar a su editor para empezar una nueva etapa en su carrera de escritor, Ciudadano de la galaxia tiene una trama mucho más elaborada que otras destinadas al público adolescente. La historia en su comienzo está ambientada en un mundo con claros paralelismos coloniales que nos recuerdan a la India colonial británica, teniendo su principal influencia literaria en Kim, la conocida obra de R. Kipling y el fascinante mundo de espías que creó para el “gran juego” de la alta política internacional, en este caso interplanetaria, un juego de espías a escala interplanetaria que recogería el propio Heinlein en Hija de Marte (Podkayne of Mars, 1963) una de sus creaciones más. En este contexto colonial, Heinlein vuelve al manido tema del viaje iniciático del niño que, a fuerza de sacrificios afectivos y pasajes moralistas y didácticos llega a la madurez: el autor introduce a su personaje principal, Thorby, en un curso intensivo sobre las libertades del individuo, la agresividad y la competitividad en la sociedad actual y de cómo se debe adaptar a ese juego de intereses personales para poder ir escalando socialmente hasta conseguir una posición de privilegio, que por nacimiento le hubieran correspondido.
La acción se inicia en un mercado donde Thorby, un niño que no recuerda nada de su pasado y que tan sólo sabe su nombre, es vendido como esclavo. La sociedad del planeta en el que se encuentra el protagonista, al que no sabe cómo ha llegado, es un planeta con una sociedad parecida a la hindú en cuanto a la estética descrita y a la estructura social divida en castas, que al mismo tiempo que marginan al individuo dignifica a los favorecidos. Thorby es comprado por un mendigo para que le ayude en su tarea de pedigüeño; pero el mendigo resulta ser un avezado espía que introducirá al joven en un peligroso juego de intereses políticos y comerciales a escala interplanetaria. Las aventuras y la intriga se irán sucediendo sin descanso, llevando a Thorby a viajar por toda la galaxia hasta llegar a la Tierra junto a un grupo de mercaderes del espacio. Será en la Tierra cuando descubra quién es en realidad y porqué fue abandonado a su suerte en un lejano planeta. El argumento nos recuerda mucho a la de un buen número de novelas actuales, la mayoría de fantasía épica, en la que un joven que no sabe quién es, y que está predestinado a acometer grandes empresas, es educado en las artes del crimen por personajes al margen de la ley; por ejemplo, un argumento muy similar lo encontramos en Las mentiras de Locke Lamora (2006) de Scott Lynch.
La novela resulta muy entretenida, recomendable sobre todo para aquellos que busquen pasar un buen rato sin más pretensiones que divertirse con las aventuras que acontecen al joven Thorby en la búsqueda de su pasado, aunque tratándose de Heinlein es imposible escapar a la carga política y militarista que subyace en sus escritos, en este caso sorprende como el autor trata la naturalidad con la que los ciudadanos de la Tierra aceptan esclavitud de los menos favorecidos, en un claro paralelismo con la aceptación que se hace en los países centrales de la falta de libertades y pobreza en el Tercer Mundo. Y es que Heinlein acostumbra de tanto en tanto a dejar alguna perla totalitaria como la anteriormente mencionada, o como la apología del castigo físico en los niños, necesario para que se eduquen con una mayor eficiencia, tal y como sufrió en sus carnes la joven Podkayne en Hija de Marte (Podkayne of Mars1963). Ciudadano de la galaxia es un buen space opera, representativo de la mejor ciencia ficción de la Edad de Oro. Una novela que merecería una reedición para que los nuevos aficionados al género pudieran conocer y comparar con las publicaciones actuales que plantean temas parecidos en el género de la ciencia ficción, muy deficientes en la mayoría de ocasiones.
3 comentarios:
Como siempre, la ideología libertaria de Heinlein se refleja en su obra. Sin embargo, siempre me llama la atención de este autor que, independientemente de si estás de acuerdo con sus ideas, su habilidad como narrador es tal que te hace disfrutar igualmente de la historia.
Personalmente pienso que estas obras juveniles están entre lo mejorcito de su obra. Ciertamente me gustan más que "idas de olla" como sus últimas novelas o incluso la archifamosa Forastero en Tierra Extraña.
Se lee interesante el libro, luego intentaré conseguirlo. Yo leí hace un tiempo el de Tropas del Espacio y me pareció bastante amena. Una de las frases que más me agradó de dicha obra:
“La búsqueda de la felicidad, en realidad si es inalienable, pero no un derecho; es, sencillamente, una condición universal que los tiranos no nos pueden arrebatar, ni los patriotas restaurar. Tanto si me meten en una celda como si me queman en la hoguera o me coronan rey, yo puedo seguir “buscando la felicidad” mientras mi cerebro viva; mas ni los dioses, ni los santos, ni los sabios, ni las drogas sutiles pueden asegurar que la consiga.”
Saludos!!!
Hola Francisco,
Ciudadano de la galaxia es la novela juvenil de Heinlein que más me gusta; quizá por su parecido en la ambientación y en su personaje central a algunos de los relatos de Kipling.
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