martes, octubre 14, 2008

RIDLEY SCOTT & JOE HALDEMAN

Según anuncia “europapress”: Ridley Scott vuelve a la ciencia ficción con La guerra interminable ( The Forever War); sin duda una de las mejores novelas del género. El propio director adelanta unas breves pinceladas de cómo será la película: "He perseguido esta obra durante 25 años. Será una película épica, una mezcla de 'La Odisea' y 'Blade Runner' que parte de una premisa brillante y desorientadora".

Los aficionados al cine, y en particular al que realiza este gran director, estamos de enhorabuena, si además le sumamos al buen hacer de este cineasta una materia prima como es la extraordinaria novela de Haldeman el resultado debe ser espectacular.

Ahora toca esperar y estar al tanto de cómo se desarrollen los acontecimientos en cuanto a actores y demás.

jueves, septiembre 04, 2008

KOMARR - Lois McMaster Bujold

Una nueva entrega de las aventuras de Miles Vorkosigan siempre merece ser leída con la debida atención. Aunque en Komarr, última pirueta sobre sí mismo de una saga ahora mismo sólo interesa a sus incondicionales, se puede apreciar de manera más notoria esa irregularidad de la que siempre ha hecho gala la saga  alternando títulos memorables con otros de escaso interés. Y es que el desgaste que ha sufrido el personaje (y la autora) a lo largo de los años aconseja una voluntaria retirada a tiempo antes de que sea el lector quien se retire de la serie. Y parece que el cambio de temática de las obras de la Bujold, más escoradas últimamente hacia la fantasía épica, un género con una mayor rentabilidad económica que la siempre denostada ciencia ficción, responde a la intención de dejar un tiempo en barbecho el agotado fílón Vorkosigan, algo natural después de las muchas aventuras que lleva ya sobre sus escuálidas espaldas el bueno de Milles. Así pues, conscientes de habernos ofrecido lo mejor de su repertorio en entregas anteriores, la Bujold, como madre amantísima que ha sido siempre para su retoño, comienza a prepararle a Miles un merecido retiro.

Para tal fin, lo llevará al planeta Komarr en su nuevo papel de Auditor Imperial, el más alto rango en el cursus honorum barrayarés. Allí encontrará a  Ekaterina, su mujer ideal, una superlativa mujer que atesora en sus prietas carnes todas y cada uno de las virtudes que distinguen a los personajes femeninos de la Bujold: inteligencia, abnegación, belleza, sacrificio, valores filiales y maternales, etc. Eso sí, un pequeño detalle la apartará momentáneamente de Miles: es una mujer casada, infelizmente casada, pero casada al fin y al cabo.

Como buena anfitriona que siempre ha sido la buena de la Bujold - y ante lo poco atractivo que puede resultar sus maniobras celestinescas para la mayoría de lectores habituales de sus obras – adornará el argumento de Komarr con la habitual parafernalia de intrigas, crímenes y misterios a resolver que tanto gustan a los incondicionales de su obra, de esta manera nos hará sentir más cómodos entre sus páginas.  Después del paso en otras entregas anteriores por escenarios tan representativos del universo Vorkosigan, resulta lógico este acercamiento a otro de los planetas más representativos y con más peso en la saga como es Komarr; un lugar en el que se guarda un infausto recuerdo del padre de Miles, al que apodan "el carnicero", por las tropelías que se le atribuyen en conflictos anteriores. La novela en si va de menos a más creciendo en ritmo e interés, dos elementos que siempre ha trabajado muy bien la autora, al igual que la estructura de los personajes, siempre correctos. La trama de Komar se construye alrededor de varios temas entrecruzados entre sí; por una parte Miles tiene que investigar sobre una conspiración que busca cerrar el “agujero de gusano” que une Komar con Barrayar que se verá complicada con un turbio asunto de sobornos, en el que está implicado el marido de Ekaterin, que se convertirá en algo mucho más complicado, incluyendo la muerte de Tien, el marido de Ekaterin, de la que culpan a Milles; por si todo esto fuera poco, la aparición de un grupo disidente que ha conseguido hacerse con una poderosa arma, amenaza con destruir el propio planeta Barrayar. Milles se ve implicado en todos estos embrollos que al final logrará solucionar con la inestimable ayuda de Ekaterin.

Por otra parte, se puede destacar otro elemento común en muchas de sus obras como es el de la introspección de sus personajes gracias al recurso de la primera persona en varios de ellos; de esta manera podemos introducirnos en sus más íntimos pensamientos y sensaciones, conocerlos en profundidad e interacturar con ellos, adelantándonos a sus movimientos y  haciendolos nuestros gracias a la simbiosis que crea entre lector y personaje, algo al alcance de muy pocos autores, pero no hay que olvidar que la Bujold, por encima de todo, es una gran escritora.

En resumen, una entretenida aventura de Vorkosigan que, pese a no aportar nada nuevo a la saga, se lee de un tirón y al final nos deja con ganas de más. Se puede destacar como elemento positivo el sempiterno toque de humor ácido que distingue el devenir de Miles, así como su capacidad para autoflagelarse, dos elementos que van  unidos a su personalidad de una manera indisociable y que  lo hacen  más próximo al lector, brillando estos atributos especialmente en Komarr. Como elemento negativo se puede destacar el abandono del mejor personaje de la serie, Mark el hermano clon de Miles. En anteriores entregas se podía apreciar como la serie ganaba interés cuando Mark ganaba en protagonismo, pero parece que se abandona esta estrategia para volver al sistema de siempre, que tampoco está nada mal.

jueves, agosto 21, 2008

PETER F. HAMILTON - La estrella de Pandora

Podemos definir la obra de Peter F. Hamilton como ambiciosa y desmesurada gracias a las virtudes que atesora este narrador de raza, enemigo del papel en blanco y del minimalismo argumentativo, al que no le son necesarios grandes alardes técnicos ni estilísticos para ganarse a un lector al que convierte párrafo a párrafo en su compañero de viaje. Una ambición que ya dejó patente con La caída del dragón, su primera obra editada en nuestro país, un space opera colosal, tanto por extensión como por intención. Ahora, con La estrella de Pandora - primera entrega de la dilogía que se completara con Judas unchained- podemos disfrutar de nuevo con la exhuberancia de ideas de las que nos hace partícipe Hamilton gracias a su imaginación desbocada. Precisamente esa facilidad para crear y unir sus ideas ha sido el principal obstáculo que han encontrado sus novelas para llegar a nuestras librerías. La dificultad para publicar obras tan extensas pesaba en las editoriales de la misma forma que hacía que algunos lectores se pudieran  sentir intimidados por la contundencia de un libro de casi 800 páginas que tan sólo es una primera parte, aunque una vez instalados entre sus páginas podemos reafirmarnos en la idea de que el tamaño no es más que un espejismo de la distancia, y que esta obra, llamada a convertirse en un referente del género, necesita de esta extensión para desarrollar convenientemente la panoplia de personajes y situaciones que se despliegan sin dar tregua al lector.

Edición francesa de La estrella de Pandora

El argumento que encontramos gira entorno al descubrimiento de un enigmático campo de fuerza que aparece de improviso alrededor de una lejana estrella. Intrigados por tan extraño suceso, y con la sospecha de que puede representar una amenaza para los humanos, el gobierno de la Federación decide enviar una nave de exploración para averiguar quién y para qué ha creado esa barrera. La novela narra los acontecimientos previos al viaje de exploración, la preparación del mismo, las dificultades que debe superar y, por último las trágicas consecuencias que conllevará.




El universo donde se escenifican estos sucesos está supeditado a dos elementos que marcan la existencia de todos sus habitantes. El primero de ellos es la rápida y fácil expansión hacia otros planetas gracias a la tecnología que permite crear agujeros de gusano como medio para viajar entre las estrellas; el segundo, y quizás el que más elementos proporciona a la trama, es la tecnología que permite rejuvenecer, incluso volver a la vida, gracias a unos implantes de memoria en el cerebro que almacenan los recuerdos. De esta manera se dota a los seres humanos de una inmortalidad artificial y la posibilidad de conseguir una juventud perenne. Un tema ampliamente explorado en los últimos años por otros autores como Richard Morgan en Carbono alterado, David Brin con Gente de barro o el ruso Serge Lukianenko en Línea de sueños. Aquí señalaría los pocos peros que le pondría a la novela: como se solapan en importancia estos dos elementos y lo poco trabajada que resulta en algunos momentos la parte ética y moral de esta inmortalidad artificial.

Con este escenario de fondo se pone en marcha una obra coral construida con los diversos hilos narrativos que Hamilton utiliza para tejer un tapiz de personajes y acontecimientos que avanzan de manera parsimoniosa, pero firme hacia un horizonte que nos va mostrando con cuentagotas. De esta manera consigue dotar la narración de la tensión necesaria en cada momento, sin caer en la hojarasca retórica, pero acariciando los detalles para hacer de su particular universo creativo un lugar que el lector hace también hace suyo. Pero una cosa debe de tener bien claro el lector: La estrella de Pandora es, ante todo, una novela negra antes que de ciencia ficción. Algo que no debe extrañarnos puesto que Hamilton comenzó su periplo como escritor con la serie de novelas sobre Gred Mandel, un detective psíquico al que colocó en una Inglaterra futurista y decayente. En esta ocasión el personaje que centralizará su atención y que servirá como nexo entre todos los hilos argumentales que forman la novela será Paula Myo, investigadora jefe de la policía de la Federación, a la que recubre con una fina pátina de humor británico, sutil e irónico en todo lo que la rodea; un personaje desubicado en la sociedad de su tiempo y que vive para su trabajo, enfrascada desde hace más de cien años en el caso de un grupo terrorista denominado los Guardianes del Ser que están convencidos de la manipulación de la raza humana por parte de una maligna fuerza extraterrestre a la que llaman el “aviador estelar” y que, según sus creencias, llegó a bordo de una misteriosa nave extraterrestre encontrada en un alejado planeta de la Federación( elemento en común con La Caída del dragón donde también se crea una leyenda entorno al advenimiento de una misteriosa figura extraterrestre que sirve de eje a la novela).

Otra cuestión a tener en cuenta es la certeza de que Hamilton no da puntadas sin hilo, es decir, todas ya cada una de las escenas y personajes que componen la novela juegan, de una manera u otra, un papel importante en la trama. Así pues, veremos desfilar entre las páginas de La estrella de Pandora a Wilson Kane, un antiguo astronauta que fracasó en su intento de pasar a la posteridad siendo el primer hombre que ponía el pie en Marte y que, varios siglos después volvía a tener una “segunda oportunidad” de pasar a la historia al comandar la nave que debía ir a investigar el misterio de Alfa Dyson; Mellanie Rescollari, que de un papel secundario en la trama pasará a ser un personaje importante (magnifico momento donde escenifica el mito de Fausto para mostrar el papel de nuevo infierno que juega la IS: inteligencia artificial formada por los recuerdos de todos los que no han querido o podido seguir viviendo en la nueva sociedad que surge de la victoria sobre la muerte). También tiene una especial importancia el personaje de Ozzie, coinventor de la tecnología que permite viajar gracias a los agujeros de gusano, dedicado a la busqueda de un nuevo reto en los senderos de los Silfen, unos curiosos alienígenas parecidos a elfos que viajan entre los distintos planetas gracias a senderos escondidos en los bosques. Junto a Ozzie viajan un adolescente y un extraño extraterrestre, todos ellos en busca de una respuesta que de significado a sus vidas y que creen que encontrarán al final de su particular camino de losas amarillas que resultan ser los senderos de los Silfen.

Por supuesto no puede faltar en la novela una compleja trama de intrigas políticas y económicas que tiene su mejor momento cuando Gore Burnelli, jerarca de una de las más importantes familias de la Federación, da una fiesta en su colosal mansión para los grandes empresarios que mueven los hilos del poder (idea recurrente de Hamilton en varias de sus obras: el poder en manos de grandes corporaciones empresariales). En esta escena aparece el patriarca de los Burnelli caracterizado como Zeus en su Olimpo, omnisciente y todopoderoso entre sus hedonistas hijos entregados a los placeres mundanos. Por supuesto no podía faltar un héroe arquetípico en tan singular collage de personajes, este papel lo encarna Kazimar, joven y asilvestrado miembro de los Guardianes del Ser a quien Hamilton dibuja con todas las virtudes que caracterizan a los protagonistas de los relatos románticos y rurales ambientados en la campiña inglesa; adornado, además, con las gestas de un nuevo William Wallace.

Como se puede observar, un amplio abanico de personajes y situaciones que, pese a lo dispares que resultan entre sí, forman un todo consecuente que sirve de contrapeso a la parte más “mediática” o publicitada de la novela como es la confrontación bélica entre dos fuerzas antagónicas, sin duda, el banderín de enganche que atrae los lectores a este díptico de Hamilton, pero que dista mucho de ser lo más relevante de la narración. Termina esta novela con todos los hilos abiertos y dejando al lector como diría el bonito tópico del folletín radiofónico: “con el alma en vilo” a la espera de la resolución final, que esperemos no se haga de rogar y la tengamos pronto a nuestra disposición.

lunes, julio 14, 2008

VELLUM - Hal Duncan

Son comprensibles las reticencias que puede experimentar un editor a la hora de lanzarse a publicar Vellum. De igual manera son comprensibles los dos puntos de vista, totalmente opuestos, que expresan los lectores sobre esta novela. Mientras una buena parte de los lectores despotrica de esta obra – con razones de peso- el resto saluda la obra de Duncan como un soplo de aire fresco en la lineal y monótona literatura de género, prisionera de los convencionalismos inmovilista que la mantienen estancada desde tiempo inmemorial. Pero no busquemos culpables de esta parálisis de ideas más allá de los verdaderos responsables: nosotros los lectores. Con tanta saña criticamos la falta de inventiva y originalidad como crucificamos a todo aquel que se salga de los caminos recorridos una y mil veces que encorseta argumentos para hacerlos tan previsibles como anodinos.

Y a todo esto llegó Vellum. Y con Vellum ponemos a prueba nuestra capacidad para aceptar el juego que nos propone Duncan: tomar como dogma de fe que lo que estamos leyendo es el camino que nos elevará a un nuevo mundo literario para el que sólo están preparados unos pocos elegidos, o bien interpretar lo que se nos muestra ante nuestros ojos como un experimento fallido, un texto donde la presunta complejidad en su estructura sirve de excusa de mal pagador al pobre argumento que, travestido de eclecticismo postmoderno, pretende menospreciar la inteligencia del lector. Por supuesto no le puede faltar a libros como Vellum su corte de palmeros que lo visten con el fatuo aroma del esnobismo, pero eso es otra historia.

Duncan esconde su incompetencia tras la maraña de imágenes inconexas que lanza a través de las páginas de su novela con la pretenciosa intención de crear un nuevo modelo de narrativa experimental. Para tal fin, el argumento de Vellum se sustenta en pilares tan firmes y reconocibles como las referencias a los Mitos de Cthulhu y a su biblia, el Necronomicon; sin olvidar el remedo de tradición homérica que esboza con la amalgana de distintas cosmogonías de dioses y demonios que conviven con los mortales, sin duda herencia de los mitos religiosos de diversas civilizaciones pretéritas que Duncan no duda en utilizar en su provecho. Todo esto escenificado con unos personajes a lo Tarantino en un entorno en el que predominan los grandes saltos en el tiempo y el espacio para despistar al lector, un poco más si cabe. Y ciertamente que Duncan  consigue salir con éxito a la hora camuflar su falta de originalidad a la hora de innovar y presentar ideas propias. Para que molestarse si otros ya han creado algo nuevo e interesante antes, pues se adapta a las necesidades propias y punto.

Pero su mayor éxito a la hora de encandilar al lector con un mal truco de prestidigitación lo consigue al basar su estrategia narrativa en la ruptura de las más fundamentales normas de comunicación emisor/receptor, faltando de esta manera al acuerdo tácito que se establece entre el narrador y lector: una cooperación elocutiva que reparte la interpretación del texto al 50% entre ambos extremos de la comunicación, aquí es el lector quien tiene que hacer el 80% del trabajo, con lo que se ralentiza la lectura y su comprensión en exceso. Convierte su discurso en un taller de manufacturas narrativas del que surgen historias cuyo valor no reside en su capacidad de asombrarnos por su verosimilitud, sino en su perversa habilidad para convertirse en paradoja y acertijo a descifrar. De esta manera nos obliga a buscar su desconcertante lógica interna que, en alguan extraña ocasión, se manifiestan al contemplar las situaciones más comunes, iluminadas de repente, revelándonos la certeza de que todo mundo imaginario se encuentra ya, latente, en nuestro mundo cotidiano. Un espejismo creado por la buena voluntad del perdido lector entre los sombrios pasadizos que forman los hilos argumentales de Vellum.

No me voy a extender más sobre Vellum, creo que dejo claro mi parecer sobre esta obra. Lo mejor que puedo decir es que se puede entender la aventura de escribir esta novela como un excéntrico ensayo alrededor de la creación artística, expresada como la analogía literaria de El urinario de Duchamps, pero nunca como un ejercicio de estilo y ni por asomo como una buena novela.

miércoles, julio 09, 2008

LOS DIENTES DE LOS ÁNGELES - Jonathan Carroll

Después de la grata sorpresa que resulto ser El mar de madera, de lectura imprescindible, no veía el momento de volver a encontrarme con otra de las obras de Jonathan Carroll. Pero ya sabemos como funciona esto: cuando uno se hace grandes expectativas sobre una lectura el chasco es inevitable. Y no es que Los dientes de los ángeles sea un estorbo en el camino que hay que sortear sin detenerse para hacerle el más ínfimo de los cumplidos, nada de eso, pero las sensaciones que deja al terminar su lectura no justifican que se recomiende como si ocurre con otras de sus obras, salvo a aquellos incondicionales de este autor. Sin duda esta no es, ni de lejos, su mejor creación; aunque sí presenta diversos elementos interesantes propios de Carroll y de su peculiar y maravilloso modo de aplicar las convenciones del género fantástico.
El argumento de la novela no es más que una escusa que sirve a los propósitos del autor para crear diversas aproximaciones a la vejez, la enfermedad y la muerte, donde los principales personajes que aparecerán en esta fallida historia parecen salidos de una de esas espantosas películas perpetradas por el sobrevalorado e histriónico director de cine manchego Pedro Almodóvar. La troupe de actores que pondrá en escena Carroll está encabezada por un homosexual enfermo de cáncer y una estrella, ya apagada, del Hollywood más glamoroso; serán ellos los encargados de encarnar la enajenación y el desquiciamiento del individuo contemporáneo ante la inevitable llegada de la muerte: un personaje estelar en esta historia elegíaca y grotesca, que dibuja el autor de dos maneras totalmente opuestas. La primera como acertada expresión onírica de los miedos más íntimos de los desahuciados, o bien como aviso para navegantes sobre cómo pasa la vida y cómo se acerca la muerte. Cruel destino al que no podemos escapar; una modernización del tópico cotidie morimus que con tanto acierto cultivo Quevedo en sus sonetos metafísicos.

A la hora de hacernos llegar su novela, Carroll no escatima recursos literarios para dar vida a esta historia crepuscular; y los utiliza con acierto. Un claro ejemplo de esta maestría es la narración epistolar que nos acerca al bello amor otoñal que Carroll regala a uno de sus personajes, en el que un beso es el mundo y la imaginación y el recuerdo del amado ejercen una tiranía sobre los sentidos superior a cualquier urgencia física. Seguramente lo mejor que encierra esta novela entre sus páginas. Además de este momento de excelencia creativa, me quedo de la lectura de Los dientes de los ángeles con las brillantes imágenes de la decadencia humana servidas en forma de naturaleza muerta que dibuja los últimos compases de la partitura de la vida de unos personajes que proyectan su pasado esplendor ante sus últimos momentos de vida terrena. Lo que menos me ha gustado ha sido, sin duda, el final. Mal resuelto.

lunes, junio 23, 2008

EL MUNDO DE ROCANNON: Ursula K. Leguin

El mundo de Rocannon resulta una narración entre lo poético y lo intrascendente que, como un derviche de palabras, da vueltas una y otra vez sobre conceptos antropológicos, feministas, pacifistas y anarquistas. Un corolario de temas sobre los que la afamada escritora Úrsula K. Leguin ha sustentado su producción literaria y a los que ha aderezado con el tono frío, distante y repleto de desdén que impregnaría el diario íntimo de un suicida. En efecto, de los muchos epítetos con los que se puede adornar la obra de esta escritora el último que se me ocurría incluir sería el de vitalista. Sin duda, el principal culpable de la falta de motivación emocional positiva que trasmiten sus escritos es la intención de la propia autora, algo loable, pero que en obras menores como es la que nos ocupa convierte la narración en un ente fragmentado e irregular. Sirva como ejemplo de lo dicho la comparación del episodio titulado El Collar que hace las veces de prólogo con el resto de la narración. Mientras que el relato inicial cuenta el viaje a las estrellas de una dama de alta alcurnia perteneciente a la sociedad feudal que domina el planeta está revestido de una prosa tornadiza en poesía por la proyección de emociones con las que somos golpeados, el resto de la novela resulta un fruto todavía verde de digerir.

La novela en sí misma no pasa de ser un relato sencillo, que se puede encuadrar en el ciclo de Ekumen al que pertenecen títulos tan ilustres como Los Desposeidos, Planeta de Exilio, La mano izquierda de la oscuridad, etc. El argumento nos trae a escena las aventuras de Gavael Rocannon, un etnólogo que por una serie de vicisitudes queda aislado en un planeta habitado por distintas razas que en su intento por revertir la situación que padece iniciará un viaje (iniciático, como no) que lo llevará a conocerse a sí mismo y a encontrar su lugar en el mundo. No podemos decir que el horizonte que nos marca la autora sea un prodigio de originalidad. Sin embargo, será esta misma sencillez en el planteamiento, unido a las primeras pinceladas de genio que Leguin comenzaba a esbozar en sus escritos, lo que convierte la lectura de esta obra en una experiencia gratificante. Dentro de lo más destacable que se puede encontrar entre las páginas de El Mundo de Rocannon es obligatorio citar las escenas donde se entrelazan espada y láser como metonimia de dos mundos literarios tan bien definidos como son la fantasía épica y la ciencia ficción, unidos con brillantez por la autora; por otra parte, no se puede dejar sin mención la aparición del ansible, es decir, la tecnología que permite viajar por el espacio a velocidades superiores a las de la luz para evitar los efectos relativistas de dichos viajes y que sería utilizado profusamente por otros autores.

En resumen, una obra ideal para iniciarse en una de las principales plumas del mundo de la ciencia ficción en general como es Ursula K. Leguin.

lunes, abril 28, 2008

SPIN: Charles C. Wilson

Spin le valió a su autor, Charles C. Wilson, el prestigioso premio Hugo de ciencia ficción el año 2006. Una novela que es esperada con gran expectación por los aficionados a la ciencia ficción en general y a este autor en concreto y que con buen criterio edita en nuestro país la editorial Ómicron. Wilson ya había sumado un gran número de adeptos a su obra gracias a títulos tan notables como Darwinia, Los Cronolitos, Mysterium, Nómadas, o la más reciente Testigos de las estrellas, todos ellos publicados por la Factoría de Ideas en su colección Solaris Ficción.

Los ya iniciados en la obra de Wilson encontrarán en Spin todos y cada uno de los temas recurrentes que utiliza de manera sistemática para la construcción de sus escritos y que conforman los habituales aperos de su retórica destinada a ilustrar la necesidad humana de proteger, de subsistir, de perdurar en el tiempo y de amar; todo ello construido con una sutil prosa que, acariciando las palabras, lleva a la perfección el oblicuo arte de la ambigüedad y la insinuación, de dar a entender sin revelar. Un estilo que en esta ocasión apuntala mediante el certero uso de la siempre peligrosa prolepsis; es decir, el salto hacia delante en la narración que adelanta acontecimientos de la trama con el consiguiente peligro de la pérdida de interés del lector que ya sabe de antemano que va a suceder. En este caso Wilson utiliza este recurso con maestría al añadir de esta manera un elemento que aumenta la sensación de perdurabilidad en el tiempo, de la inmortalidad y de lo efectos que esta capacidad produciría en la siempre maleable condición humana; es esta, sin duda, una de las partes importantes en el argumento que ya desarrollo el autor en otras de sus obras como por ejemplo Darwinia.

Viene a cuento la ambigüedad que antes comentaba habida cuenta que Spin, la última y esplendida novela de Wilson que llega a nuestras manos, no es lo que parece. Sus ínfulas de obra futurista aliñada con unas ideas más que sugerentes y unos conocimientos más que dignos de física y nuevas tecnologías, que nunca lastran la narración con el plomo de un lenguaje de manual científico, resultan el persuasivo espejismo con el que el autor esconde al lector su verdadero objetivo: tejer una alegoría de la orfandad del individuo en relación a la sociedad. Se nos invita a creer que se trata de una novela de ciencia-ficción, pero en esta ocasión los personajes de la obra están por encima de las ideas preconcebidas por parte del lector al que Wilson confunde y altera el horizonte de expectativas previas a la lectura.

Arranca la novela con el momento donde el Spin, una membrana que recubre el planeta y actúa como una distorsión temporal que acelera el tiempo fuera de esta membrana protectora enviando a la Tierra a 4000 millones de años en el futuro, cuando el Sol está en los últimos momentos de su ciclo vital. Este comienzo con un suceso inexplicable que pone en jaque la sociedad tal y como la entendemos en la actualidad es una de las constantes en la obra de Wilson. Un elemento indispensable para poner atrapar desde las primeras páginas al lector y conducirlo a través del clima de tensión que crea alrededor del fenómeno que altera la existencia de la humanidad.

El argumento toma cuerpo con un caudaloso monólogo que escarba en el recuerdo intenso de una adolescencia perdida en un pasado remoto y que clava un dardo envenenado con tristeza en el alma de Tyler Dupree, auténtico protagonista de la narración junto a los gemelos Diane y Jason, de quien seremos privilegiados testigos de la construcción de sus identidades a través de los diferentes procesos mentales que forjan sus caracteres a través de la exposición moral de los acontecimientos que afectan su existencia. La dicotomía que presentan los gemelos: Jason encarna la ciencia que busca una solución al problema que ha creado el Spin, mientras Diane busca consuelo en la religión apocalíptica que genera la falta de expectativas que asola a la humanidad. Toma cuerpo aquí otro de los referentes de la obra de Wilson: la religión, un elemento de vital importancia dentro del imaginario del autor, el cual ya lo desarrolla ampliamente en otras obras como Los Cronolitos y en mayor medida Mysterium, donde presenta una ucrónica sociedad americana sometida a la tiranía de una teocracia.

Ya para finalizar, es importante señalar que Spin, no es una obra autoconclusiva. Deja un buen número de cabos sueltos además de un final que sirve de puente para introducir la que será su continuación, Axis, que esperamos poder ver publicada en breve. En este punto se pueden citar dos factores que provoca el final de Spin; uno negativo, puesto que se corta la acción de una manera muy abrupta y en un momento álgido de la trama, por otra parte, no le viene nada mal esta manera de finalizar la obra al autor, ya que si de algo se le puede acusar es de no saber rematar con solvencia sus novelas, ya que es frecuente apreciar una aceleración en los acontecimientos a la hora de cerrar los diferentes nudos argumentales que desarrollo, y que en este caso desaparecen al aplazarlos para su continuación en Axis.


En resumen, una novela sólida y de fácil lectura que hará las delicias de los aficionados a la ciencia ficción.

DARWINIA: Charles C. Wilson

En el último (por ahora) dumping editorial que ha lanzado a los aficionados a la literatura de género a una nueva compra compulsiva de ofertas destacan diversos títulos que merecen ser tenidos en cuenta. Uno de ellos es esta novela de Charles C. Wilson que lleva por título Darwinia. Cierto es que a pesar de la expectación con que en su momento fue esperada su publicación no tuvo el éxito de crítica esperado, es más, se la consideró una novela fallida en cuanto a su objetivo y desarrollo.

Con la perspectiva que ofrece el tiempo transcurrido desde su edición en castellano sería justo reconocer que a pesar de sus deficiencias es una muy buena novela de ciencia ficción donde quedan patentes las virtudes de un escritor que está dando un buen número de títulos interesantes; sirva de ejemplo Spin su novela ganadora del Hugo en el 2006 y que verá la luz en breve editada por Omicron.

En Darwinia podemos encontrar todos los temas recurrentes del imaginario de este autor que se repiten de manera metódica en la mayoría de sus relatos. Para empezar, no puede faltar el suceso inexplicable que cambia el destino de la humanidad y que marca desde las primeras páginas por donde irá el argumento de la narración. Será en este escenario de incertidumbres y misterios por resolver donde colocará a sus personajes, su mejor baza narrativa, a los que dota de una sólida entidad. Un factor que ayuda a la empatía que generan en el lector que se convierte en cómplice de ellos en la resolución de todos los enigmas que van surgiendo en relación a ese fenómeno misterioso que cambia de manera definitiva el curso de la historia y de la sociedad. Porque una cosa debemos de tener claro cuando nos enfrentamos con una novela de este autor: el verdadero eje sobre el que gira su obra es la extraordinaria construcción de los personajes y de lo cercanas que nos resultan sus experiencias vitales; no obstante, no podemos obviar las brillantes ideas que nos presenta en cada uno de su libros, siempre bien fundamentadas en su concepción a pesar de que en ocasiones las desarrolla de forma un tanto irregular; Darwinia es un claro ejemplo de esta falta de solvencia a la hora de rematar en el texto todo lo que podía haber dado de sí el planteamiento inicial que nos hace Wilson.

Y es que no es poco lo que nos propone de inicio, nada menos que la desaparición del continente Europeo sustituido por una tierra misteriosa con una fauna y una flora desconocida, un “milagro” inexplicable que da pie a experimentar con las posibilidades que genera esta idea que convierte la novela en un ucronía de lo que pudo haber sido el mundo si este hecho se hubiera producido en 1912. La construcción del relato pondrá de manifiesto el resto de temas recurrentes que emplea Wilson en sus obras como son la religión y los universos paralelos.

El resultado final deja una novela entretenida de leer y que resultará un buen punto de partida para aquellos que todavía no se hayan acercado a la obra de este escritor; sin duda uno de los mejores de la ciencia ficción actual y que siempre aporta ideas interesantes sin descuidar el tono literario aportando una prosa elegante. No olvidemos que a pesar que la ciencia ficción es básicamente un género de ideas, la literatura se construye con palabras.


lunes, abril 21, 2008

EL MAR DE MADERA: Jonathan Carroll

El mar de madera es un claro ejemplo de realismo fantástico. El género, o mejor dicho subgénero del que renegó un grande de la literatura como fue Borges, y que en la actualidad se cultiva como objeto de consumo masivo, alejado de la intención intelectual que bebía de las fuentes expresionistas y surrealistas que generaron las vanguardias artísticas de principios del siglo XX. El realismo mágico, un tipo de fantasía en el que los acontecimientos más extraños se narran de forma llana y realista, es realmente efectiva para el lector cuando este pierde la referencia entre lo real y lo irreal, entre lo factible y lo imposible, de esta manera, se crean personajes y entornos que sorprenden al lector.

A pesar de tratarse de una obra literaria, El mar de madera presenta un lenguaje más visual que narrativo; herencia, sin duda de series de culto como la reciente “Perdidos” o “Twin Peacks” que nos martilleó un tiempo con la pregunta aquella: ¿Quién mató a Laura Palmer? y que Carroll sustituye en esta novela por una duda más filosófica: ¿Cómo remar en un mar de madera? Un surrealismo que sólo funciona mientras nos hacemos preguntas sobre lo que está pasando y especulamos con todo tipo de juegos mentales para encajar en una lógica razonada los nuevos acontecimientos que aparecen ante nuestros ojos. El problema de entrar en este juego es que se derrumba la magia ante cualquier respuesta que, por ingeniosa que pueda ser, nunca llegará a satisfacer las expectativas del lector, por lo que la pericia del escritor/guionista que se adentre por los peligrosos vericuetos de tensionar en demasía las expectativas del receptor de su trabajo debe ser mucha para que toda la expectación que ha generado no se vuelva en su contra. En este aspecto Jonathan Carroll se muestra consciente de que los hechos irreales no tienen justificación alguna. No existe una certeza sobre lo que está ocurriendo, por lo tanto el lector no necesita explicaciones y estas no son incluidas en el relato, ya que la ambigüedad subsiste hasta el fin de la aventura siendo éste un gran acierto por parte del autor.

El relato en sí, presenta a Frannie McCabe, exdelincuente juvenil y en la actualidad sheriff de una idílica población estadounidense, que en estos momentos disfruta de una plácida existencia junto a su segunda esposa y la hija adolescente de ésta. Hasta aquí nada fuera de lo normal, pero la aparición de un extraño perro con tres patas que después de muerto y enterrado vuelve a la vida es el punto de partida de una serie de extraños sucesos que escapan a la razón y que sumirán al sheriff McCabe en una sucesión de episodios que lo transportan por un mundo onírico a épocas pasadas y a un futuro cercano; es aquí donde brilla el talento de Jonathan Carroll manejando con soltura una temática que en otras manos se convertiría en un galimatías él la transforma en una historia inteligente y bien enlazada. por supuesto, no se puede dejar sin mención la genial y dickensiana aparición de los Frannie McCabe pasados y futuros, sin duda el punto fuerte de la novela, con momentos de gran tensión emocional que dejan en un segundo plano anécdotas como la pluma multicolor, el perro con tres patas, los alienígenas o el concierto de los Beatles en un parking.

En resumen, una estupenda novela que me descubre un escritor a seguir como es Jonathan Carroll. No dejaré pasar mucho tiempo sin volver a sumergirme en una de sus historias. Vale la pena.
OTRAS VISIONES:

MARCIANOS GO HOME!: Fredric Brown

Todo lo anteriormente dicho en Universo de Locos (1949) sobre Fredric Brown y su obra se puede aplicar sin reservas a ¡Marcianos Go Home! (1955), sin duda su obra más conocida. Vuelven sus estrategias literarias en forma de ironía, complicidad con el lector y, por supuesto, la parodia a los tópicos más socorridos de la ciencia ficción pulp como, en este caso, es la invasión de hombrecillos verdes procedentes de Marte a la que da una inteligente vuelta de tuerca . Además de todo esto, que no es poco, se hace un retrato grotesco del conjunto de la sociedad americana de las que no escapan ante su implacable pluman escapan a su implacable pluma las instituciones que forman sus pilares básicos: política y religión.

Brown se recrea paseando sus personajes ante los deformantes espejos del Callejón del Gato dentro de la más pura tradición esperpéntica, mostrándolos como caricaturas deformes y cosificadas, prisioneros de sus miedos internos y su déficit vital que proyectan hacia el exterior, modificando de manera inconsciente la realidad que los envuelve. De esta manera se aprecia de forma nítida el objetivo de la obra, aquello que constituye la lección moral que cargada de crítica e intención satírica arremete contra toda la hipocresía de una sociedad de la que no deja títere con cabeza y que, tiempo después, vería retomada su idea original para ser trasladada al cine bajo la batuta de un Tim Burton que recogió con maestría el testigo de Brown.

En lo que al argumento se refiere, Fredric Brown vuelve a dar el papel de protagonista a un personaje con muchas similitudes con él mismo: un escritor de ciencia ficción en horas bajas sumido en sus tribulaciones vitales y literarias que será de los primeros en ser acosado por los insoportables seres verdes que aparecen de la nada para incordiar a todos aquellos que llaman su atención. Con estos molestos visitantes pululando por todo el planeta la vida cotidiana se hacía imposible puesto que la única actividad a la que se dedicaban los recién llegados era obstaculizar, y mofarse de las costumbres propias de los humanos, por lo tanto, y ante este panorama, no era de extrañar que el común de los mortales entrara en un estado de histeria colectiva que sacaba lo peor de ellos, los ridiculizaba y servía a Brown para retratar a la autocomplaciente sociedad americana de su tiempo.

Un clásico que se puede disfrutar en la actualidad gracias a dos recientes reediciones, la que se incluye en la estupenda recopilación de las obras completas de Brown que edita Gigamesh, y también en la que publicó Biblioplis que incluye una nueva traducción que respeta con mayor exactitud las expresiones del escrito original además de incluir un interesante ensayo comparando la obra de Fredric Brown con otros autores de su época.

lunes, abril 07, 2008

UNIVERSO DE LOCOS: Fredric Brown

Decía T. S. Elliot: “Quien no conoce la tradición no puede reconocer el talento”. En el género de ciencia ficción la tradición es Fredric Brown, un todoterreno narrativo fogueado en el marginal mundo de las editoriales pulp, aprendiendo el oficio junto a una pléyade de incipientes plumas llamadas a convertirse en la referencia del género fantástico durante las próximas décadas; Brown fue uno de esos pioneros que abrieron camino en los más brillantes y míticos años de la ciencia ficción: la Edad Dorada del género, un momento en el que cada título que aportaban acabaría, de forma y manera incontestable convertido en lectura mítica.

Brown,  se inspiró, como muchos otros escritores de su generación, en el  miedo de la sociedad hacia un enemigo exterior, un miedo que se encargaba de alimentar el proceso político en que se había embarcado el mundo después de la II Guerra Mundial. En este contexto y ante el probado poder de las armas nucleares, combinado con la imparable carrera armamentística en que se habían embarcado las dos grandes potencias mundiales del momento, hizo que se instalara en el inconsciente colectivo de la sociedad la idea de un final trágico e imparable que acabaría, más pronto que tarde, con la humanidad. Este miedo al enemigo invisible que acechaba de manera implacable en el exterior fue sabiamente explotado por autores como Fredric Brown.

Las novelas de Brown explotan la complicidad entre el lector, el escritor y el protagonista gracias al sentido del humor que impregnan sus relatos y a la fina ironía con la que describe en sus obras el mundo editorial de las revistas dedicadas a la publicación de relatos pulp, y a la atracción que despierta el trasunto de Brown que ejerce como protagonista en ellas, y de las que Universo de Locos (1949) es un claro ejemplo. Como elementos más destacados de la obra que nos ocupa podemos señalar en primer lugar el ritmo vertiginoso que imprime a la narración, una concatenación de acontecimientos que no dan respiro al lector, y en la que no se aprecian elementos superfluos, no se detiene en los detalles para dar todo el protagonismo a la acción; en segundo lugar, destaca la excelente parodia que se hace de todos los tópicos, incipientes en esos momentos, que componían el escenario habitual de este tipo de escritos: alienígenas malvados, la chica del espacio, los héroes omnipotentes, etc.. También merece ser señalada la nula necesidad de este tipo de ciencia ficción de recurrir a profundos conocimientos de ciencia o física para construir un argumento sólido y creíble. Las tablas que atesora Brown en el oficio de escritor le sirven para, con la simple ayuda de una máquina de coser, solucionar la parte técnica de su novela.

El argumento gira en torno a Keith Wiston, editor de una revista de ciencia ficción, que en un accidente insospechado es trasladado a un universo paralelo similar al suyo propio, en el que es perseguido por todos sus nuevos convecinos al tomarlo por un peligroso agente alienígena. En esa lucha por sobrevivir y regresar a su “hogar” se verá envuelto en un sinfín de situaciones, surrealistas unas y repletas de acción otras, que lo obligarán a utilizar todo tipo de recursos para mantenerse con vida. La obra sirve a Brown para hacer un retrato ácido de la sociedad de su tiempo, un recurso que volverá a emplear con ¡Marcianos go home! (1955).

En resumen, un escritor y una novela básica en el archivo textual de todo buen aficionado a la ciencia ficción, donde se puede apreciar el aire intemporal que desprende, no me ha parecido que el tiempo la haya envejecido haciendo que pierda interés para un lector actual, al contrario, resulta mucho más interesante que alguna de las últimas incorporaciones al panorama literario del género. Sin duda, se puede catalogar de excelente la idea de la editorial Gigamesh de recopilar todas sus novelas y relatos en cuatro volúmenes.
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