martes, febrero 03, 2009

EL REY RATA - CHINA MIEVILLE

Se me antoja imposible hablar de esta obra de Mieville sin tener como referencia la que sería su posterior producción literaria. lo que nos lleva a la perversa paradoja de medir el pasado teniendo como modelo lo que todavía no había escrito. Una circunstancia que sin duda ha favorecido a este brillante autor, que de haber sido El rey rata su carta de presentación en lugar de la celebrada serie de Bas-lag serían muchos menos los que cuentan las bondades de su narrativa; pero ese no es el tema en cuestión, de palmeros ya hablaremos otro día.

Con la perspectiva que ofrece el tiempo transcurrido desde su publicación en 1998 y sin hacer comparaciones, siempre odiosas, sería justo reconocer que este primer trabajo de Mieville resulta una muy buena novela de ficción urbana a pesar de algunas deficiencias como pueden ser las disonancias en escenas que no terminan de reflejar todo lo que el autor quería trasmitir, en cambio otras son memorables; unos altibajos narrativos que no lastran en exceso el total de la novela. Mieville presentaba en esta novela lo que será su personal paradigma de horrores y pesadillas compuestos por unos elementos comunes en la totalidad de sus obras, un muestrario de clichés que se remarcan como un hilo rojo entre el blanco y negro de la épica crepuscular que teje para confeccionar su universo literario: la empatía que muestra por los parias de la sociedad, un reflejo de su ideario político de tendencias marxistas que no disimula en ningún momento; la cosificación y animalización de muchos de sus personajes, prisioneros de una genética manipulada para poner de manifiesto la sustracción de la identidad humana como herramienta de manipulación; la obsesiva utilización de una ciudad victoriana de estética enfermiza como decorado para que se muevan la caterva de aberraciones de la naturaleza que en ella encuentran cobijo. Este alumno aventajado de Baudelaire, el gran maestro del culto a los peligros de la ciudad, encuentra en el desierto de la gran urbe el lienzo necesario para mostrar con el pincel de su narrativa toda la belleza decrépita que encierran los laberintos de piedra transitados por sombras anónimas, habitantes de ese sanatorio, purgatorio, prostíbulo o infierno que marca la línea que divide el mundo real del imaginario.

Que no busque el lector en esta novela una aproximación al Crobuzon del Mieville consagrado. En el Londres de dos caras, que es el auténtico protagonista de El rey rata, se escenifica un cuento para niños con personajes buenos y malos, con príncipes y reyes, un caballero negro, animales fantásticos, seres con poderes extraordinarios y, por supuesto, un final con moraleja. A disfrutarlo.
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