miércoles, octubre 24, 2012

H. P. LOVECRAFT - En la noche de los tiempos/En el abismo del Tiempo


En la noche de los tiempos (1934), también editada en castellano con el título de La sombra fuera del tiempo (The Shadow out of Time) o En el abismo del Tiempo, es uno de los ocho “grandes textos” de los Mitos, según la división que de ellos hizo Michel Houllebeq en su célebre ensayo H. P. Lovecraft: contra el mundo, contra la vida. En sus poco más de 100 páginas (dependiendo de la edición) conjuga una serie de temas que incluyen elementos fantásticos próximos a la ciencia ficción con otros propios del género de terror, como pueden ser las posesiones “diabólicas”. Lovecraft inicia la narración en primera persona, fiel a su estilo, es decir, dirigiéndose al lector por medio del protagonista para ponerlo sobre aviso, alertándolo sobre un gran peligro que se cierne sobre la humanidad. Se trata de un topos que Lovecraft ha estandarizado en la mayoría de sus creaciones, un lugar común que se configura en las primeras líneas mediante las descripciones de un estado interno alterado, próximo a la locura, la desbordante presencia de adjetivos y la inclusión de manera brillante de una amenaza procedente de lo incomprensible para el hombre que acabará por afectarnos a todos de manera inevitable. Como muestras de este patrón literario en el que se movía con soltura el escritor de Providence, tenemos Dagón (1926) o En las montañas de la locura (1931), entre otros muchos ejemplos.

En este caso el personaje principal de la narración es Nathaniel Wingate Peaslee, profesor de la Universidad de Miskatonic, que padece en sus carnes la “invasión” en su ser de extraña y desconocida naturaleza que lo domina y anula durante cinco años. De repente, un buen día Nathaniel vuelve a recobrar el dominio de su cuerpo, aunque afectado de un proceso de amnesia que le impide recordar todo aquello que ha hecho durante todo ese tiempo, incluyendo numerosos viajes a los lugares más recónditos del mundo y el estudio de arcanos libros prohibidos.

Nathaniel recupera poco a poco su personalidad, dedicándose a tratar de demostrar mediante las tesis de Einstein como la relatividad del tiempo puede ser la culpable del extraño episodio que ha trastocado su existencia por espacio de cinco años, debemos de tener en cuenta que la realidad y la manera de percibirla, tal y como era conocida hasta ese momento cambiaba de manera imparable gracias a diversas teorías sobre el lugar del hombre en el mundo, se trata de teorías basadas en conocimientos científicos, como la teoría de la relatividad del citado Einstein, que modificaba la percepción humana del mundo al dejar de ser magnitudes absolutas el tiempo y el espacio, mostrándose todo este paradigma científico como un elemento perturbador para los intelectuales (Lovecraft se consideraba como tal) al considerar el mundo que conocían hasta ahora como algo falso, con lo que se producirá un cambio en el arte y la literatura naturalista y realista, provocando en el arte y la literatura un proceso de incertidumbre epistemológico al no tener certeza sobre la objetividad del mundo. Los escritores como Lovecraft abrazarán los preceptos del Simbolismo en sus escritos para mostrar una representación metafísica de la espiritualidad, la imaginación y los sueños mediante la utilización de un lenguaje literario que sirva al lector como instrumento cognoscitivo, es decir, como un vehículo de trasmisión del conocimiento necesario para interpretar el mundo. Lovecraft utiliza la experiencia y las secuelas sufridas por el profesor Wingate, tanto a nivel personal, es abandonado por su esposa, como emocional, comienza a tener sueños en los que descubre que durante los últimos cinco años  una extraña entidad ocupaba su cuerpo, para mostrar una serie de mundos ocultos que están más allá del tiempo y del espacio que hasta ese momento había delimitado la ciencia, unos parámetros físicos que se habían ampliado enormemente con las últimas teorías relativistas. La narración avanza apoyándose en esas teorías y, sobre todo, en lo sugestivo y atrayente del relato que nos hace partícipes de cómo el profesor Wingate, en el mismo espacio de tiempo en el que su cuerpo fue "ocupado" su mente fue trasladada al cuerpo del desconocido usurpador. 

A partir de aquí, conoceremos un lejano pasado en la Tierra, en concreto en la era Mesozoica, un momento en el que el mundo está habitado por una poderosa raza muy avanzada tecnológicamente, capaz de viajar en el tiempo a condición de intercambiar el cuerpo con un ser del momento y el lugar que quieran visitar. Durante este momento de la narración aparece lo mejor de Lovecraft, describiendo de manera precisa la majestuosa ciudad en la que se mueve el cuerpo ocupado por el profesor Wingate, los admirables jardines, la extraña flora y fauna del lugar, llegando al clímax adjetival en el momento en que hace partícipe al lector de la delirante fisonomía del ser que ocupa: “un enorme cono rugoso de unos cuatro metros de altura, con la cabeza y los demás órganos situados en el extremo de unos tentáculos retráctiles que nacen del extremo superior del cono”; con el tiempo descubre que el cuerpo que ocupa pertenece a un miembro de la raza de Yith, seres muy avanzados tanto en lo técnico como en su organización social, que Lovecraft explica como algo a medio camino entre un socialismo igualitario y la República de los sabios de Platón, ya que para ostentar un cargo público el aspirante debe pasar una serie de pruebas para constatar su capacidad y que el poder no recaiga en alguien no preparado (el clasismo de Lovecraft tiende a aflorar en cualquier momento de la narración).

Wingate, haciendo uso de las facultades que tenían los Yith para viajar por el tiempo, descubre que estos habían llegado a la Tierra hace 600 millones de años, encontrando en nuestro planeta a una raza de perversos seres procedentes de lo más recóndito del espacio con una estructura física en forma de pólipos que vivían en prodigiosas ciudades dedicados a devorar a todos los seres que encontraban; en realidad, los seres que describe Wingate son los Primigenios de En las montañas de la locura (1931), personajes centrales del panteón de oscuras deidades que terminaron por constituir la cosmogonía de los Mitos. El relato de Wingate señala la parte de los Mitos en la que los Yith encierran a los Primigenios en profundas cavernas bajo el mar, aunque esto no sirvió para anularlos, volviéndose estos más poderosos con el paso del tiempo, volviendo a surgir de las profundidades cuando los Yith se fueron de la Tierra, momento en el que los Primigenios se rebelaron contra sus creadores, los Dioses Arquetípicos. Una breve pincelada más que se debe añadir al resto de los relatos de los Mitos para poder entrever parte del cuadro que fue tejiendo Lovecraft en sus obras. Siguiendo con el relato, en el que el profesor Wingate nos hace partícipes de sus recuerdos, llegamos al final del mismo en el momento en el que es avisado del descubrimiento en el gran desierto australiano de una antiquísima cultura subterránea. Desplazado hasta la zona, comienza las excavaciones que le conducen a estrechas galerías subterráneas y oscuras salas repletas de extrañas inscripciones, sin duda se trata de la ciudad de los Yith que “visitó” con anterioridad. Pero cuando Wingate se aprestaba a recopilar las pruebas necesarias para demostrar que todo lo que había explicado con anterioridad era cierto, un horror innombrable y antiguo surge de las profundidades arrastrándolos hacia la oscuridad.

Como hemos podido comprobar gracias a En la noche de los tiempos, el propio Tiempo es uno de los elementos centrales de los Mitos. Su inalcanzable comprensión debida a la efímera existencia del ser humano en el complejo entramado del universo que han diseñado seres con poderes que los convierten en dioses ante los ojos de los hombres, requiere por parte de Lovecraft un sobreesfuerzo a la hora de construir un relato que no peque en cuanto a una cierta desproporción en las escalas que se manejan, moviéndose entre lo puntual y lo infinito; por ejemplo, éste mismo relato muestra a entidades separadas de nosotros por cientos de millones de años, mientras que el protagonista, el profesor Wingate, detalla con total exactitud el día y la fecha del momento en que fue “intercambiado”: “el jueves 14 de mayo de 1908, a eso de las diez y veinte de la mañana”, del mismo modo que especifica el momento en que se reintegra la mente de Wingate con su cuerpo: “el 27 de septiembre de 1913, a las once y cuarto de la mañana”. Esta oposición de términos temporales como 300 millones de años y de las once y cuarto de la mañana deberían poner de manifiesto la incomprensión humana para situarse en planos tan alejados el uno del otro, pero es aquí donde entra en juego el relativismo científico al que nos hemos referido anteriormente, capaz de modificar la percepción humana del mundo al dejar de ser magnitudes absolutas el tiempo y el espacio. 

En el mundo de Lovecraft, el Tiempo mide el limitado campo de nuestras percepciones, incapaces de percibir entidades que se muevan más allá de unos insignificantes principios de la física más rudimentaria, unas inteligencias que van más allá de nuestros limitados conceptos de vida y existencia, sometidos al juicio implacable de unos torpes y confundibles sentidos, con lo que escapan a nuestra comprensión y, lo que es más triste, a nuestra sobrevalorada inteligencia.

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