Decía T. S. Elliot: “Quien no conoce la tradición no puede reconocer el talento”. En el género de ciencia ficción la tradición es Fredric Brown, un todoterreno narrativo fogueado en el marginal mundo de las editoriales pulp, aprendiendo el oficio junto a una pléyade de incipientes plumas llamadas a convertirse en la referencia del género fantástico durante las próximas décadas; Brown fue uno de esos pioneros que abrieron camino en los más brillantes y míticos años de la ciencia ficción: la Edad Dorada del género, un momento en el que cada título que aportaban acabaría, de forma y manera incontestable convertido en lectura mítica.
Brown, se inspiró, como muchos otros escritores de su generación, en el miedo de la sociedad hacia un enemigo exterior, un miedo que se encargaba de alimentar el proceso político en que se había embarcado el mundo después de la II Guerra Mundial. En este contexto y ante el probado poder de las armas nucleares, combinado con la imparable carrera armamentística en que se habían embarcado las dos grandes potencias mundiales del momento, hizo que se instalara en el inconsciente colectivo de la sociedad la idea de un final trágico e imparable que acabaría, más pronto que tarde, con la humanidad. Este miedo al enemigo invisible que acechaba de manera implacable en el exterior fue sabiamente explotado por autores como Fredric Brown.
Las novelas de Brown explotan la complicidad entre el lector, el escritor y el protagonista gracias al sentido del humor que impregnan sus relatos y a la fina ironía con la que describe en sus obras el mundo editorial de las revistas dedicadas a la publicación de relatos pulp, y a la atracción que despierta el trasunto de Brown que ejerce como protagonista en ellas, y de las que Universo de Locos (1949) es un claro ejemplo. Como elementos más destacados de la obra que nos ocupa podemos señalar en primer lugar el ritmo vertiginoso que imprime a la narración, una concatenación de acontecimientos que no dan respiro al lector, y en la que no se aprecian elementos superfluos, no se detiene en los detalles para dar todo el protagonismo a la acción; en segundo lugar, destaca la excelente parodia que se hace de todos los tópicos, incipientes en esos momentos, que componían el escenario habitual de este tipo de escritos: alienígenas malvados, la chica del espacio, los héroes omnipotentes, etc.. También merece ser señalada la nula necesidad de este tipo de ciencia ficción de recurrir a profundos conocimientos de ciencia o física para construir un argumento sólido y creíble. Las tablas que atesora Brown en el oficio de escritor le sirven para, con la simple ayuda de una máquina de coser, solucionar la parte técnica de su novela.
El argumento gira en torno a Keith Wiston, editor de una revista de ciencia ficción, que en un accidente insospechado es trasladado a un universo paralelo similar al suyo propio, en el que es perseguido por todos sus nuevos convecinos al tomarlo por un peligroso agente alienígena. En esa lucha por sobrevivir y regresar a su “hogar” se verá envuelto en un sinfín de situaciones, surrealistas unas y repletas de acción otras, que lo obligarán a utilizar todo tipo de recursos para mantenerse con vida. La obra sirve a Brown para hacer un retrato ácido de la sociedad de su tiempo, un recurso que volverá a emplear con ¡Marcianos go home! (1955).
En resumen, un escritor y una novela básica en el archivo textual de todo buen aficionado a la ciencia ficción, donde se puede apreciar el aire intemporal que desprende, no me ha parecido que el tiempo la haya envejecido haciendo que pierda interés para un lector actual, al contrario, resulta mucho más interesante que alguna de las últimas incorporaciones al panorama literario del género. Sin duda, se puede catalogar de excelente la idea de la editorial Gigamesh de recopilar todas sus novelas y relatos en cuatro volúmenes.
Brown, se inspiró, como muchos otros escritores de su generación, en el miedo de la sociedad hacia un enemigo exterior, un miedo que se encargaba de alimentar el proceso político en que se había embarcado el mundo después de la II Guerra Mundial. En este contexto y ante el probado poder de las armas nucleares, combinado con la imparable carrera armamentística en que se habían embarcado las dos grandes potencias mundiales del momento, hizo que se instalara en el inconsciente colectivo de la sociedad la idea de un final trágico e imparable que acabaría, más pronto que tarde, con la humanidad. Este miedo al enemigo invisible que acechaba de manera implacable en el exterior fue sabiamente explotado por autores como Fredric Brown.
Las novelas de Brown explotan la complicidad entre el lector, el escritor y el protagonista gracias al sentido del humor que impregnan sus relatos y a la fina ironía con la que describe en sus obras el mundo editorial de las revistas dedicadas a la publicación de relatos pulp, y a la atracción que despierta el trasunto de Brown que ejerce como protagonista en ellas, y de las que Universo de Locos (1949) es un claro ejemplo. Como elementos más destacados de la obra que nos ocupa podemos señalar en primer lugar el ritmo vertiginoso que imprime a la narración, una concatenación de acontecimientos que no dan respiro al lector, y en la que no se aprecian elementos superfluos, no se detiene en los detalles para dar todo el protagonismo a la acción; en segundo lugar, destaca la excelente parodia que se hace de todos los tópicos, incipientes en esos momentos, que componían el escenario habitual de este tipo de escritos: alienígenas malvados, la chica del espacio, los héroes omnipotentes, etc.. También merece ser señalada la nula necesidad de este tipo de ciencia ficción de recurrir a profundos conocimientos de ciencia o física para construir un argumento sólido y creíble. Las tablas que atesora Brown en el oficio de escritor le sirven para, con la simple ayuda de una máquina de coser, solucionar la parte técnica de su novela.
El argumento gira en torno a Keith Wiston, editor de una revista de ciencia ficción, que en un accidente insospechado es trasladado a un universo paralelo similar al suyo propio, en el que es perseguido por todos sus nuevos convecinos al tomarlo por un peligroso agente alienígena. En esa lucha por sobrevivir y regresar a su “hogar” se verá envuelto en un sinfín de situaciones, surrealistas unas y repletas de acción otras, que lo obligarán a utilizar todo tipo de recursos para mantenerse con vida. La obra sirve a Brown para hacer un retrato ácido de la sociedad de su tiempo, un recurso que volverá a emplear con ¡Marcianos go home! (1955).
En resumen, un escritor y una novela básica en el archivo textual de todo buen aficionado a la ciencia ficción, donde se puede apreciar el aire intemporal que desprende, no me ha parecido que el tiempo la haya envejecido haciendo que pierda interés para un lector actual, al contrario, resulta mucho más interesante que alguna de las últimas incorporaciones al panorama literario del género. Sin duda, se puede catalogar de excelente la idea de la editorial Gigamesh de recopilar todas sus novelas y relatos en cuatro volúmenes.
2 comentarios:
Me alegro de que hayas vuelto a actualizar.
Todavía no me he leìdo Este de Brown, pero me han entrado muchas ganas...
Un saludo
Daniel
Se agradece la visita :)
Aprovecharé unos días que tengo libres para subir varios comentarios que tengo a medio escribir, que ya hacía meses que no tenía el tiempo necesario para ponerme.
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