Christopher Nolan vuelve a la carga con otro producto diseñado minuciosamente para atrapar la atención del público. Inception, título original en inglés que aquí se ha traducido como Origen será, sin duda, la experiencia cinematográfica del año. La película técnicamente es correcta, flojita en las partes de acción para las que Nolan no está muy dotado, buena en la dirección actores, notable en la originalidad del guión (le acusan de plagio) y excelente a la hora de plantearle al espectador su creación como un rompecabezas de realidades disfrazadas de sueños, o de experiencias oníricas que superan la realidad para que éste interprete las pistas que el director va lanzando continuamente en boca de sus personajes.
La película me dejó tanas interrogantes tras su primer visionado que no he podido resistir la tentación de volver a verla. Así pues, pertrechado con una buena provisión de “crispetes” y al amparo de un jersey ligerito para soportar el aire acondicionado del cine, me he dispuesto a encontrar una solución que me convenza sobre la naturaleza de los acontecimientos que Nolan ha ido colocando a lo largo de las dos horas y media que dura Origen. Y, por supuesto, descubrir los “prestigios” que utiliza para confundir al espectador. Por supuesto mi interpretación sobre la realidad será una de tantas que se hagan sobre Inception, y esto es lo realmente bueno del film, trasladar la experiencia de su guión más allá de las salas de cine y animar a crear una interpretación o un guión paralelo de lo que uno ha visto. A partir de aquí abstenerse de leer aquellos que no hayan visto la película
Mi principal duda residía en conocer cuál era el auténtico “tótem” de DiCaprio. Porque la peonza no puede ser: era el “tótem” de su mujer y, como se explica en una escena, debe ser personal e intransferible. Se trata de un elemento fundamental para diferenciar lo que es un sueño de la realidad, es el elemento que fija la experiencia que se está viviendo como algo real y lo diferencia de una experiencia onírica. Durante el primer visionado, la no aparición, con una relativa claridad, de un objeto que pueda ser considerado como tal me llevó a la (¿errónea?) suposición de que todo formaba parte de un sueño. Esta sensación la reforzaba la enigmática última escena de la película con la peonza bailando de manera ininterrumpida anunciando que todo era un sueño. Pero esto sólo sería así en el caso de que la peonza fuera el “tótem”, y sabemos que eso es imposible: Nolan nos pondrá trampas, pero no nos podrá mentir haciendo posible que se comparta un “tótem”, cuando una de las reglas del juego lo prohíbe. Por lo tanto debía existir un elemento para DiCaprio con el que pudiera separar realidad y sueños. En el segundo visionado de la película presté especial atención a cada momento en que la peonza señalaba realidad o sueño. Y no hay que esperar mucho para descubrir en una escena la tramposa utilización que hace Nolan de la misma: DiCaprio está sentado en la habitación de un hotel; gira la peonza mientras se apunta a la cabeza con una pistola; la peonza cae y DiCaprio se relaja, aparentemente ese momento es real; suena el teléfono; lo coge y le contesta una voz; su hijo, de quien está separado desde hace tiempo. No se muestra a su hijo. Solo una voz impersonal. La aparición de sus hijos se hace un elemento recurrente en diversos momentos de la película; pero siempre en momentos que son reconocidos como sueños. Por ejemplo en el bar del hotel, en el instante que habla con el heredero de la Cobol Enterprise; de igual manera aparecen en el mundo límbico que creó junto a su mujer, sin olvidar su último encuentro onírico con ella, momento en que los repudia al ser consciente de que solo son fruto de su subconsciente. Los niños siempre aparecen sin un rostro que les de entidad personal. Son sombras que juegan de espalda a su padre y que éste evita mirar; no son reales, sabe que no son reales porque no tienen rostro. Por lo tanto, sus hijos son el “tótem” que le hace diferenciar realidad y sueños. Volvamos a la última escena. DiCaprio entra en el salón de su casa. Los niños juegan en el jardín. Saca la peonza y la hace girar como si quisiera saber si es real o no. Sus hijos se giran, lo ven y corren a su encuentro. Podemos ver sus caras, tienen una identidad. DiCaprio no hace caso a la peonza para determinar realidad o ficción, sabe a ciencia cierta que todo es real y actúja en consecuencia abrazando a sus hijos, mientras tanto Nolan dirige la cámara hacia la peonza mientras gira…fin. No deja tiempo para que caiga (si es que cae), aunque el sonido de la peonza anuncia que empieza a caer (otro elemento de discusión).
Este es para mí el “prestigio” clave de la película: el “tótem” de DiCaprio, pero no es el único. Otro supuesto “prestigio” que se esconde es descubrir quién es el que dirige el juego, el titiritero que mueve los personajes y ha planeado la liberación espiritual de DiCaprio; porque a esta altura de la película tendremos claro que este último no es más que el sujeto pasivo sobre el que se proyecta un plan bien trazado para desligar de su subconsciente el sentimiento de culpa por la muerte de su mujer. Aquí aparece Michael Caine, un actorazo como la copa de un pino que tan sólo tiene presencia en dos escenas, apenas minuto y medio, en una película de más de dos horas. Un personaje aparentemente secundario aparece interpretado por el mejor actor del reparto. ¿Quiere Nolan decirnos algo? Del personaje sabemos que es el abuelo de los hijos de DiCaprio, no recuerdo que especifique si es el padre de él o de ella; sabemos que es quien ha enseñado a DiCaprio todo lo que sabe sobre introducirse en el mundo de los sueños ajenos; por lo tanto es una eminencia en el tema (¿ha creado la tecnología o la técnica?). Es el que más necesidad tiene para que DiCaprio recupere la “cordura”, sus nietos lo necesitan. Sería pues, el más indicado para idear el descenso hasta lo más profundo de la mente de DiCaprio para liberarlo, previa catarsis, de la culpa de los recuerdos. Ariadne (el nombre no puede ser más alegórico), alumna destacada de Caine, lo conduciría por el laberinto de sus recuerdos hasta acabar con el minotauro que lo atormentaba. El resto son comparsas para hacer creer a DiCaprio que estaba metido en una guerra entre multinacionales. En mí versión de los hechos DiCaprio sólo está “despierto” los 3 últimos minutos del film. Despierta en el avión, lugar donde ha transcurrido todo.
Bueno. Un desvario mental de lo más entretenido que quizás cambie con un seguro tercer visionado del film...o no.
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