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viernes, septiembre 21, 2012

ERIC FRANK RUSSELL - Barrera siniestra

El británico Eric Frank Russell se estrenó en el mundillo literario con Barrera Siniestra (1939). La novela está construida sobre una buena idea, a lo que hay que sumar que Russell tenía un saber hacer literario muy por encima de la media si lo comparamos con el resto de escritores semiprofesionales que se fogueaban en los pulp americanos. Pese a todas estas bondades, con la visión de un lector actual la historia que nos cuenta nos parece mejorable en cuanto a la forma de abordarla, ya que como la mayoría de escritores de su generación Russell encorsetaba sus escritos en una estructura narrativa poco flexible con la que no pudo sacar todo el partido posible a la idea sobre la que se asienta Barrera Siniestra: la esclavitud del hombre a manos de una inteligencia superior de la que ni tan siquiera conocemos su existencia. Hoy día, la novela se habría escrito de otra manera; no habría habido un personaje principal sobre el que recae toda la acción sino que se habrían desarrollado mucho mejor la narración mediante varios hilos argumentales con los que no habrían quedado colgados muchos acontecimientos de interés para la resolución de la trama ante la imperiosa necesidad que sentía el autor (y las modas literarias del momento) de no apartar ni un momento la “cámara” del principal protagonista. No obstante, el resultado final no es nada desdeñable; sobre todo si tenemos en cuenta que en el momento de publicación de esta novela el género estaba prácticamente naciendo. Y es que Barrera Siniestra se publicó en el primer número de la emblemática revista Unknow, el correspondiente a marzo de 1939, elegida expresamente para este honor por el editor John W. Campbell, toda una papeleta que solventó con gran dignidad.

Uno de los puntos fuertes de la novela es la solidez en los argumentos científicos en los que se apoya la narración, reforzándola con una pátina de credibilidad de la que adolecían la mayoría de textos publicados en las revistas dedicadas a la ciencia ficción; junto a esta base científica, hay que tener en cuenta su condición de pionera a la hora de proponer la idea de que la raza humana está sometida por una oculta inteligencia extraterrestre, convirtiéndose en un referente argumental del que han bebido  la mayoría de los  grandes maestros de la ciencia ficción, como por ejemplo Robert A. Heinlein quien no duda en toma prestado parte del argumento original que puso en práctica Russell para crear su propia invasión alienígena en Amos de Títeres (1951), eso sí, previo paso por su peculiar decálogo anticomunista. En este mismo apartado de invasiones alienígenas como tapadera de una feroz crítica contra el bloque comunista en plena Guerra Fría podemos incluir La invasión de los ladrones de cuerpos (1954), escrita por Jack Finney y adaptada con gran éxito a la gran pantalla por el director John Siegel.

La génesis de la novela, según contó el propio Russell, se debe a una conversación que mantenía con varios amigos en la que se preguntaban sobre la posibilidad de vida inteligente en otros mundos y, dando un paso más allá en el tema, cuestionarse si razas más avanzadas tecnológicamente nos hayan visitado ya, a lo que uno de los participantes en el debate apuntó la posibilidad de que ya estén aquí y “nos tengan en propiedad”. El curioso individuo que formuló esta teoría que tanto impresionó a Russell no fue otro que Charles Fort, un curioso personaje que a principios del siglo XX se dedicó a coleccionar todo tipo de objetos extraños que tuvieran una cierta relación con visitantes del espacio o, simplemente, con fenómenos paranormales, llegando a crear un asociación que englobaba a muchos de los “creyentes” en este tipo de casos de difícil explicación bajo el nombre de Fortean Internacional Society, en la que estuvieron involucrados el editor John W. Campbell y el propio Eric Frank Russell.

De resultas de tan bizarro encuentro, Russell comenzó a escribir Barrera Siniestra bajo la influencia de las palabras de  Charles Fort, de resulta de lo cual la novela presenta un argumento en el que la raza humana está siendo parasitada por los Vitones, unas invisibles bolas de energía que flotan en la atmósfera, capaces de dominar la mente y el cuerpo de los hombres para que estos actúen de manera violenta, procurándoles su más preciado alimento: el dolor y la angustia humana. La presencia de estos seres sólo es visible gracias a una rara combinación de productos químicos. Pero en algún momento se produce esta extraña mezcla en algún experimento y es descubierta por un científico que lo comunica a varios colegas. La extraña muerte de estos científicos, muchos de ellos eminencias mundiales, pone en alerta a los gobiernos del mundo que creen que algo turbio se oculta tras ellas. 

El protagonista de la acción es Bill Graham, un oficial de enlace entre el gobierno de los Estados Unidos la comunidad científica. Bill es testigo de la extraña muerte de un importante científico, aparentemente un suicidio, pero al revisar los objetos personales y las dependencias del fallecido comienza a sospechar de la existencia de una obscura trama que pretende acabar con los cerebros más brillantes del mundo. A partir de aquí se precipitarán los acontecimientos de tal manera que llevarán a Bill Graham junto a Art Wohl, el policía que lo ayuda en todo momento, a adentrarse en una trama policial y científica que terminará con el enfrentamiento final con los vitones, no sin antes padecer todo tipo de penurias, incluida una guerra mundial contra el bloque asiático dominado mentalmente por los terroríficos alienígenas.

El título de la novela, Barrera Siniestra, hace referencia a las limitaciones de ser humano para percibir lo que le rodea, con lo que el universo en sí se le aparece como algo misterioso y difícil de comprender ante la barrera que representan los pobres sentido con los que percibimos el mundo; esas limitaciones son la barrera siniestra que no permite al ser humano ver cómo ha estado sometido a la voracidad de los vitones desde hace milenios, concluyendo que "si las puertas de la percepción se limpiaran cada cosa se aparecería al hombre tal y como es: infinita".

La novela se deja leer con facilidad pese a que ya tiene unos años. Entre sus páginas se percibe el buen hacer de Russell quien, como ya vimos en Tres que capturar, mantiene un buen rito narrativo con grandes dosis de imaginación e inteligencia, además de empezar a dejar lo que más tarde se consideraría su sello personal: el sentido de la crítica hacia el poder y la burocracia que representan los gobiernos y su especial predilección por los héroes individualistas, muy al estilo Heinlein, que permanecen al margen de la sociedad en un escalón superior.

En resumen, Barrera Siniestra es una novela que merece la pena ser leída por lo bien construida que está, gracias a lo cual el tiempo la ha tratado con la delicadeza necesaria para que más de setenta años después de ser escrita conserve momento de gran frescura que proporcionan una lectura más que agradable.


lunes, junio 25, 2012

ERIC FRANK RUSSELL - Tres que Capturar


El británico Eric Frank Russell es otro de los buenos autores de ciencia ficción que publicó en la mítica revista Astounding Science Fiction a las órdenes del no menos mítico editor John W. Campbell. De su producción destaca, a parte de la estupenda Barrera Siniestra (1939), el relato Allamagoosa (1955), con el que ganó el prestigioso premio Hugo a la mejor historia corta en 1955. Al año siguiente publicó la novela que ahora nos ocupa, Tres que Capturar (1956),publicada originalmente en Astounding con el título Call Him Dead, y editadacon posterioridad en España por Cenit Ciencia Ficció. Actualmente se puede recuperar gracias a la facilidad con que se accede en la red a archivos de ésta novela perfectamente formateados para su lectura en e-readers. Ya desde el principio, la novela de Russell sorprende por su capacidad de atrapar al lector pese a lo añejos que hoy día nos parecen los fundamentos sobre los que se ha construido la trama de Tres que Capturar. Una novela influenciada, sin duda, por Campbell, obsesionado con los poderes psíquicos –en los que creía fervientemente– como demuestran el gran número de relatos con personajes poseedores de poderes telepáticos que se publicaron en Astounding.


Tres que Capturar es un buen acercamiento a las características argumentales y técnicas de la obra de Eric Frank Russell, marcadas -como las de tantos otros artesanos de las letras que forjaron la Edad de Oro de la Ciencia Ficción con imaginación, inteligencia y buen hacer- por la situación política y social que representó la Guerra Fría y la “caza de brujas” que se desarrolló entre los intelectuales y progresistas del bloque occidental en los años 50’. Y es que en esta novela no faltan elementos de análisis y debate, nada de extrañar si tenemos en cuenta que sus referencias más directas son nada más y nada menos que Amos de Títeres (1951), una de las novelas más importantes del maestro Robert A. Heinlein o Los ladrones de cuerpos (1955) de Jack Finney, obras que introdujeron el tema de la “parasitación” en forma de alienación política, en un contexto de paranoia colectiva en la que vivía la sociedad americana en plena Guerra Fría. El tipo de invasiones que plantean estas novelas funcionan como una parábola de la traición de los valores de occidente por parte de aquellos que se habían acercado a un tipo de ideologías contrarias al capitalismo y próximas al comunismo que se predicaba desde el otro lado del "Telón de Acero" soviético.

Políticas aparte, y centrandonos en el argumento de la novela de Russell, se nos cuenta una trepidante historia en la que la Tierra tiene que defenderse de una invasión de alienígenas del planeta Venus. Lo peculiar de la invasión, es que los alienígenas son pequeños virus que infectan a los humanos, poseyéndolos y dominando su voluntad de manera similar a las babosas ideadas por Heinlein para Amos de Títeres; en este caso, los invasores llegan a la Tierra en el cuerpo de los tres astronautas que componen la tripulación de una misión secreta que el gobierno de los Estados Unidos ha enviado a Venus. Allí, los terrestres son "invadidos" por una forma de vida parasitaria, aunque muy inteligente que tiene la intención de utilizarlos para llegar a la Tierra y extenderse por el planeta poseyendo a todo humano que se les ponga por delante. Desafortunadamente para ellos se topan con un singular humano, Wade Haper, un empresario que se dedica a la construcción de micro-herramientas técnicas muy especializadas que, además,  es poseedor de unos sorprendentes poderes telepáticos, capaces de detectar a los alienígenas, sin olvidarnos de su pintoresco físco (es más ancho que alto debido a su corta estatura y su enorme corpulencia, que unido a el abundante pelo que adorna su cuerpo lo hace parecer más un mono que un hombre).

Además de funcionar como una novela de primer contacto , Tres que capturar incluye influencias asimiladas del género bélico y de la novela de detectives contemporánea, convirtiéndose en una adictiva novela que combina a la perfección dos argumentos recurrentes del género de la ciencia ficción: las invasiones extraterrestres y la alienación del individuo, mezclada con gran acierto con elementos policiacos y de misterio; de esta manera, Russell, al añadir a su estilo directo y sin florituras un ritmo narrativo que utilizaba como elemento para captar la atención del espectador una continua suma de enigmas que enriquecía la trama, dotaba a la narración de una dinámica que mantiene pegado al lector a sus páginas pese a la total ausencia del sentido de la maravilla, uno de los artificios más utilizados por los autores para  captar la atención de sus lectores. Aquí no hay ningún efecto maravilloso, ni exóticos paisajes extraterrestres, ni naves espaciales o inteligencias artificiales que rivalicen con la humana, en Tres que Capturar los extraterrestres son como nosotros los humanos, es más, ¡¡¡somos nosotros!!!

Russell, desde la primera línea juega con las expectativas del lector subvertiéndolas una y otra vez; por ejemplo, ante la aparición de Wade Harper, nos parece estar ante un personaje poseedor de talentos excepcionales que lo aíslan de sus semejantes y lo convierten en una potencial amenaza para la humanidad, sobre todo cuando parece asesinar a sangre fría a una joven con la que se cruza por la calle; sin embargo, Wade resulta ser un “mutante” con poderes psíquicos que le permiten leer (impunemente) el pensamiento de los que lo rodean y que saca partido a estos poderes ayudando a la policía y al F.B.I, en la resolución de los casos más complicados. Wade es un outsider, alguien que se mueve en la periferia de las normas sociales, apartado de los convencionalismos de una sociedad a la que contempla desde fuera; se le puede comparar con el arquetipo individualista que puebla las novelas de Heinlein, un  personaje al margen de la sociedad que escapa al control del gobierno, siendo esta huída y crítica al poder y a la burocracia otra de las características que se repiten en muchas de las obras de Russell, a menudo en forma de sátira como en Barrera Siniestra (1939) o Avispa (1957).

En resumen, Tres que Capturar es una novela que merece la pena ser leída por lo bien construida que está, gracias a lo cual el tiempo la ha tratado con la delicadeza necesaria para que medio siglo después de ser escrita conserve momento de gran frescura que proporcionan una lectura más que agradable.

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