Richard Wilson, autor de la hilarante y bizarra Las chicas del Planeta 5 (1955), además de escritor y estudioso del género, fue miembro de los Futurians, el mítico grupo de fans de la ciencia ficción que se formó en la ciudad de Nueva York en 1937. Su aportación al desarrollo de la ciencia ficción que se iba abriendo camino en las diferentes publicaciones pulp del momento tuvo una especial relevancia. No se trataba de un grupo de frikis que se reunía de tanto en tanto para hablar de sus obras o autores favoritos. Fueron un grupo comprometido con el género, llegando muchos de ellos a dar el salto al "otro lado" y convertirse en afamados escritores y directores. Entre la nómica de integrantes de Futurians encontraremos nombres como el del ya citado Richard Wilson, Donald A. Wollheim, afamado editor y autor de célebres novelas como El secreto del planeta Marte (1955); Frederik Pohl y Cyril Kornbluth, coautores de la conocida Mercaderes del espacio (1952); James Blish, ganador del Premio Hugo en 1959 con la novela Un caso de conciencia (1958) o, por citar al más famoso de todos sus integrantes: Isaac Asimov. La preeminencia de este grupo de fans en el mundo de la ciencia ficción en Estados Unidos llegó a tal punto que durante los años 40, más de la mitad de todas las revistas pulp del país, tanto en ciencia ficción, como en fantasía y terror, estaban dirigidas por miembros de los Futurians.
El entusiasmo por las historias de ciencia ficción llevó a Richard Wilson a probar fortuna dando, de paso, rienda suelta a sus veleidades literarias. Consciente de sus limitaciones, la carrera de Wilson no se puede considerar de prolífica, apenas media docena de títulos llegó a editar a lo largo de su vida, entre las que se encuentra Las chicas del planeta 5 (1955) o Tierra, ¿te sobra una ciudad? (1958), siendo su mayor logro profesional ganar el prestigioso premio Nebula al mejor relato por Mother to the World (1969), traducido al español como Madre del Mundo para ser editado en un par de colecciones de relatos editados en formato revista, muy difíciles de encontrar hoy día.
Wilson no destacaba por su originalidad o calidad literaria a la hora de ponerse a escribir. Su producción está compuesta en su totalidad por novelitas ligeras y divertidas, que parodiaban autores o temas sin que la sátira llegase a la burla del original. Al contrario, el tono humorístico era para Richard Wilson una manera tan buena como otra de acercarse a los clichés y tópicos del género sin saturar al lector, ofreciéndole un texto en el que el principal protagonista era el humor y el tono desenfadado de la narración. Sin llegar a las cotas de maestría que ofreció Fredric Brown clásicos como Universo de locos (1949) o ¡Marcianos go Home! (1955), en las que se unen lo mejor de la ciencia ficción pulp de los años 50 con toques de misterio y finales sorprendentes que hacen las delicias del lector. Wilson, intentó hacer lo mismo, acudiendo para tal fin a uno de los temas más trillados del género: las invasiones alienígenas.
En Las chicas del planeta 5, además, la trama está asentada en otro tema que le ofrece mucho juego para llevar la narración al lado de la comedia: la guerra de sexos. Y es que en el futuro que nos presenta Richard Wilson se han invertido los roles “tradicionales” entre hombres y mujeres, llevando ellas el papel dominante a la hora de ocupar puestos de liderazgo en el gobierno y en las empresas, relegando de esta manera a los hombres a papeles secundarios y a tareas de “amos de casa”. Otros autores de ciencia ficción han tocado este tema, como por ejemplo Gabriel Bermúdez Castillo en El hombre estrella (1988) o Poul Anderson en la olvidada Planeta de mujeres (1957), Virgin Planet en su título original, entre cuyas páginas el autor nos muestra esa "guerra de sexos" desde una vertiente próxima más próxima al erotismo en la que se nos cuenta en clave de aventura las peripecias de un astronauta que llega a un lejano mundo en el que las mujeres tienen todo el poder y los hombres son utilizados únicamente con fines “reproductivos”. Richard Wilson integra en la narración, siempre abordada desde un tono humorístico, un cierto "erotismo asexuado" en el lo que se refiere a las esculturales alienígenas semidesnudas que llegan a la Tierra, incapaces ellas de entender el porqué de la fascinación que despiertan entre los machos terrestres.
El entusiasmo por las historias de ciencia ficción llevó a Richard Wilson a probar fortuna dando, de paso, rienda suelta a sus veleidades literarias. Consciente de sus limitaciones, la carrera de Wilson no se puede considerar de prolífica, apenas media docena de títulos llegó a editar a lo largo de su vida, entre las que se encuentra Las chicas del planeta 5 (1955) o Tierra, ¿te sobra una ciudad? (1958), siendo su mayor logro profesional ganar el prestigioso premio Nebula al mejor relato por Mother to the World (1969), traducido al español como Madre del Mundo para ser editado en un par de colecciones de relatos editados en formato revista, muy difíciles de encontrar hoy día.
Wilson no destacaba por su originalidad o calidad literaria a la hora de ponerse a escribir. Su producción está compuesta en su totalidad por novelitas ligeras y divertidas, que parodiaban autores o temas sin que la sátira llegase a la burla del original. Al contrario, el tono humorístico era para Richard Wilson una manera tan buena como otra de acercarse a los clichés y tópicos del género sin saturar al lector, ofreciéndole un texto en el que el principal protagonista era el humor y el tono desenfadado de la narración. Sin llegar a las cotas de maestría que ofreció Fredric Brown clásicos como Universo de locos (1949) o ¡Marcianos go Home! (1955), en las que se unen lo mejor de la ciencia ficción pulp de los años 50 con toques de misterio y finales sorprendentes que hacen las delicias del lector. Wilson, intentó hacer lo mismo, acudiendo para tal fin a uno de los temas más trillados del género: las invasiones alienígenas.
En Las chicas del planeta 5, además, la trama está asentada en otro tema que le ofrece mucho juego para llevar la narración al lado de la comedia: la guerra de sexos. Y es que en el futuro que nos presenta Richard Wilson se han invertido los roles “tradicionales” entre hombres y mujeres, llevando ellas el papel dominante a la hora de ocupar puestos de liderazgo en el gobierno y en las empresas, relegando de esta manera a los hombres a papeles secundarios y a tareas de “amos de casa”. Otros autores de ciencia ficción han tocado este tema, como por ejemplo Gabriel Bermúdez Castillo en El hombre estrella (1988) o Poul Anderson en la olvidada Planeta de mujeres (1957), Virgin Planet en su título original, entre cuyas páginas el autor nos muestra esa "guerra de sexos" desde una vertiente próxima más próxima al erotismo en la que se nos cuenta en clave de aventura las peripecias de un astronauta que llega a un lejano mundo en el que las mujeres tienen todo el poder y los hombres son utilizados únicamente con fines “reproductivos”. Richard Wilson integra en la narración, siempre abordada desde un tono humorístico, un cierto "erotismo asexuado" en el lo que se refiere a las esculturales alienígenas semidesnudas que llegan a la Tierra, incapaces ellas de entender el porqué de la fascinación que despiertan entre los machos terrestres.
La narración comienza cuando el protagonista, el reportero Dave Hull, decide abandonar su puesto de trabajo en un importante periódico de Washington cuando, en una promoción interna de su empresa, promocionan a su novia al puesto que él merecía, convirtiendo a ésta en su inmediato superior. Cansado de la situación de discriminación en la que viven los hombres, decide abandonarlo todo para iniciar una nueva vida en Texas, el único lugar de los Estados Unidos en los que el hombre todavía es el que manda. Para ser admitido como tejano debe vender su coche para comprarse un caballo, dejar sus ropas de ciudad, vestir como un auténtico vaquero y recibir lecciones para aprender a manejar el lazo (todo estos primeros pasajes de la novela aparecen aderezados con continuos gags sobre la mujer y la condición de subordinación del hombre). En pleno proceso de “aclimatación” por parte de Dave Hull al estado de la estrella solitaria, aterriza en Washington una enorme nave de procedencia extraterrestre de la que descienden una raza de mujeres guerreras de enorme belleza y figura escultural, apenas vestidas con un top y una corta faldita metálica que a duras penas daban para cubrir el exuberante esplendor de sus jóvenes cuerpos. Las recién llegadas amazonas de las estrellas, al igual que sus semejantes terrestres, son el sexo dominante en su sociedad, habiendo relegado a los hombres al cuidado de los recién nacidos y a trabajos de tipo artístico. El gobierno de los Estados Unidos, compuesto en su totalidad por mujeres, ve con buenos ojos la posibilidad de establecer relaciones amistosas con las hermosas extraterrestres, de esta manera refuerzan su situación de dominio sobre los hombres poniendo como ejemplo el alto grado de civilización que han conseguido las mujeres del planeta 5.
Toda esta sucesión de acontecimientos no es bien vista por los hombres de Texas, los cuales ya hace tiempo que disponen de un “servicio de inteligencia” y un pequeño ejército secreto por si un día se tienen que defender de las mujeres de "gallinolandía", como ellos llaman al resto del país, dominado por las féminas. La novela avanza entre escenas y diálogos más próximos a la comedia que a la ciencia ficción, urdiendo intrigas en su argumento bastante simples y previsibles, que llevarán hasta un inevitable final feliz.
Pese a lo rudimentario del planteamiento y al poco elaborado estilo narrativo del autor, la novela no ha envejecido mal del todo si es que uno se plantea su lectura como un ejercicio de nostalgia. Los alocados diálogos entre los rudos y machistas cowboys tejanos con las bellas y aguerridas amazonas del Planeta 5 y las airadas intervenciones de las celosas féminas terrestres, que ven como la atención de los "machos terrestres" se centra en las agraciadas alienígenas, deriva en una mezcla de western y ciencia ficción a lo screwball que sirve para pasar un buen rato y reencontrarse con una manera de escribir que llenó algunas de las mejores páginas de la Edad de Oro de la Ciencia Ficción.
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